miércoles, 19 de junio de 2013

¡Que viene El Colacho!


Cada  mes de Mayo desde el año 1621,  el mismísimo diablo recorre las calles de la localidad burgalesa de Castrillo de Murcia provisto de un zurriago con el que golpea unas tarrañuelas. Escoltado por los cofrades y por los solemnes golpes de tambor del atabalero, el Colacho, representación del diablo, persigue y azota con una cola de caballo atada al zurriago a todo aquél que se interpone por su camino. 




Esta procesión,la farsa o juego de escarnio, como es llamado, representa el mal y la herejía, algo que logra vencer la fe del pueblo cristiano con el Sacramento de la Eucaristía. El día más importante de la fiesta es el   Domingo, día en el que se celebra la procesión. Los vecinos del pueblo adornan sus casas con sus mejores galas para recibir el paso de la procesión. En algunas casas se disponen unos "altares", donde la procesión realiza una pausa y bendice el agua y el vino. Frente a estos altares, en el suelo, tiene lugar una singular tradición, se colocan unos colchones sobre los cuales momentos antes de la llegada de la procesión, se tumban a los niños nacidos durante ese año. A su paso,el cura bendice a los niños y el "Colacho" da un gran salto por encima de los niños. Con ello, dice la tradición, aseguran que se evitan grandes males: el de la hernia especialmente.  
Terminados los saltos, las mozas se apresuran a coger los niños, porque la que lo haga se casará dentro del año... 

El recorrido por el pueblo que se realiza en procesión comienza y finaliza en la iglesia del pueblo (situada en la parte más alta del pueblo). Tras finalizar la procesión, la gente va a "las eras", donde ameniza la fiesta un grupo de baile castellano. Durante los bailes el atabalero pronuncia un discurso y finalmente se bebe vino y se come queso (de Sasamón) y pan, que gratuitamente reparte la archicofradía de Minerva.




Siempre he pensado que la mejor forma de hacer turismo es mezclándote entre las gentes locales para poder entender y disfrutar mejor su cultura y sus costumbres. Acogido como un Villaverde más, tuve el privilegio de disfrutar de esta singular fiesta, siendo participe de todas sus tradiciones durante el fin de semana. Disfrutamos de los manjares de  las tierras burgalesas, bebimos de sus vinos conservados en bodegas, imitamos a aquellos fariseos en el templo mientras bebíamos de un no tan buen vino, nos perdimos en conversaciones tan infinitas como placenteras y nos dejamos llevar por verbenas y tómbolas hasta que El Colacho de maitines nos vino a decir que ya iba siendo hora...

Esta celebración contiene numerosos símbolos paganos que han sabido perdurar pese al palio que todo lo hace suyo. A parte de su contenido religioso, celebrando El Colacho, Castrillo saluda a la vida, que tras el duro invierno, florece con la llegada de mayo y con ella la fertilidad de sus tierras de las que sus habitantes tan buenos frutos saben obtener.




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